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viernes, 16 de octubre de 2015

CUENTOS/RELATOS

CEMENTERIO

El sudor se paseaba por mi frente y parecía que el sol se empeñaba en amargar mí ya amargada existencia. Aquel bus en el que me transportaba era un horno por dentro. Sí, eso, un maldito horno. En él iban solo unos cuantos estudiantes universitarios también empapados en sudor. Nuestra compañía ese mediodía era el sol, el sudor y un grajo con olor a cebolla que parecía disfrutar del viaje. Afortunadamente yo no iría muy lejos. Solo eran quince minutos hasta el trabajo de mi novia en una reconocida Universidad.

-Ya puedes salir. Voy llegando.- Le dije por teléfono a ella. Su oficina estaba en el lugar más alejado de la Universidad, y con el sol yo no me la llevaba bien, ni el conmigo, manteníamos una relación distante y cordial así que yo no tenía la mas mínima intención de caminar largas distancias.

-Ok patrón.

-Este sol hoy amaneció amargado.

-No seas niña.

Cinco minutos después me baje de aquel infierno y me dirigí hacia la única sombra en kilómetros; bajo un árbol al lado de un cementerio. Solo deseaba que me recogieran pronto. Los cementerios me producen el mismo terror de día que de noche. Aquel cementerio era algo abandonado. Pero a los muertos le daba igual. Me detuve a ver las flores. Era evidente que hace mucho no eran reemplazadas. Pero a las tumbas eso les daba igual. A lo lejos se veía acercarse una figura. La única figura humana aquella hora. Así que dude si estaba viva o era un muerto más buscando cambiar las flores que su familia ignoro. Se detuvo frente a una tumba, al lado de un árbol seco. Se persigno. Y empezó a hablar. Solo veía mover sus labios de manera desordenada. Los movía sin parar. Tal vez le daba igual hacerlo así porque era consciente que nadie le escuchaba. Era un anciano con ropa elegante. Se agacho y con sus manos limpio aquella tumba. Aun yo dudaba si era su propia tumba, o la de su inerte amada. Al cabo de dos minutos se marchó. A lo lejos lo vi subirse a su automóvil. Los muertos no manejan, así que comprendí que la tumba no era suya. Una esposa, un hijo, una madre, un amigo que le debía dinero y fue a insultarlo. No lo sé. Aquel viejo veía tan pronto su muerte que la visitaba para acostumbrarse a su eterna compañía. Al rato llego mi novia.

-¿Por qué tan pensativo?- Preguntó mientras veía a través de la ventana del automóvil.

-Si el sol se muriera. Creo que no visitaría su tumba.

-No seas niña.

 

Soy Plauto.



LA LLUVIA ES BUENA COMPAÑERA


Aquella madrugada me desperté lo cual era común, nunca era capaz de dormir de corrido hasta la mañana siguiente, lo cual lo envidiaba de quienes lograban esa proeza. Pero no eran sueños agitados o ganas de ir al baño, alguien o algo parecía golpear mi ventana. Eran gotas de lluvias que querían entrar a mi habitación. Tal vez tenían frio. Da igual, no las deje entrar. A mi cuarto solo entraba yo. Las ignore, pero ellas insistían y el sueño así me era imposible conciliarlo. Me levante de la cama, abrí la puerta con recelo y me dirigí al baño. Odiaba salir de mi cuarto en la madrugada. El mito de la llorona también se despertaba en mi mente a aquellas horas. Salí del baño, dirigí mi mirada hacia la silla para comprobar que la llorona no estuviera ahí sentada esperándome para satisfacer su ansia de espantar cualquier idiota. Me dirigí hacia la cocina y agarre cualquier alimentó que llenara lo que creía era hambre.  Luego solo me senté enfrente de la ventana a esperar que las gotas se agotaran de aquella nube que insistía en humedecer las calles de mi barrio. Al rato escucho una puerta abrirse interrumpiendo el sepulcral silencio de la sala. Era mi mamá. Sentí como se acercó.

-A cualquiera puedes espantar así. -Dijo mientras se unía a la vista de la calle- Una figura humana sentada en la oscuridad de una sala durante una madrugada lluviosa solo parece un espanto.



Comprendí que aquel temor sobrenatural no era solo una idea personal.
-Me gusta ver la lluvia.
-¿Pero en la madrugada? Cada loco con su tema.



Tenía razón. Me quede un rato más esperando que me diera un poco de sueño. Pero aquellas gotas cayendo tenían un embrujo particular. El sonido mientras caían y su reflejo frente a cualquier espacio de luz causaban cautivo. Pero me aburrí al rato de media hora. Decidí entonces salir. Tal vez la sensación de las gotas sobre mi cabeza causaran un embrujo aún más particular. Así fue. Mientras caminaba por aquellas calles era fácil concentrarse solo en la lluvia. No sabía si yo le pertenecía o ella me pertenecía a mí. Solo la disfrutaba. La lluvia es buena compañera. Más aun en la madrugada, aunque te robe el sueño, ella intenta compensarlo haciéndot
e disfrutar de un buen paseo. Lo comprendí. Pronto llegue a un parque cercano, estaba tan solo que ahora era fácil imaginar relatos de Katzenbach o Stephen King. Las luces estaban encendidas pero solo aumentaban el misterio. Decidí sentarme en uno de los columpios empapados al igual que yo. Y viendo las calles me preguntaba por qué  aun a aquella hora de la madrugada aun pasaban carros. Aunque eran pocos. Tal vez la lluvia no les dejara dormir. Pero caí en cuenta que al único ser humano al cual la lluvia no le produce sueño sino insomnio era a mí. No habían pasado 10 minutos cuando escuché un ruido. Cualquier ruido en medio de la madrugada causa terror, y este no fue la excepción. Era un pequeño lamento y de nuevo la idea de espantos latinoamericanos como La Llorona, la Patasola, el Jinete sin Cabeza y otros aparecieron en mi cabeza. Pero comprendí que hasta ellos no eran tan esquizoides como para salir en medio de la lluvia. Intente comprender de donde venía aquel lamento que parecía cada vez más un aullido. Y de pronto lo pude ver. Era un perro mediano escondido bajo una de las bancas.

-Hey hey!
Amiguito.

Solo me miraba. Quería acercarse pero al parecer odiaba el agua. Yo Pensaba que era cuestión de gatos. Luego de dudarlo varias veces se acercó. Y apenas recibió la primera caricia pareció reaccionar como si me conociera de toda la vida. No lo pensé dos veces y empecé a caminar de nuevo, sabía que me seguiría,  y era mi intención. Pronto llegamos a la casa y parecía que nunca iba a amanecer. La lluvia aun caía y cada vez más torrencial. En la terraza me senté en la compañía de aquel extraño ser que parecía tener alma. Al parecer disfrutaba de mi compañía. Era mutuo. Se acostó a mis pies. También disfrutaba viendo la lluvia. Si tan solo pudiera hablar sería perfecto. Pero no lo cuestione. En medio del abrazo de la madrugada entendí que la paz es tan fácil conseguirla debajo de la lluvia y al lado de un perro.
Poco a poco las
gotas se fueron disipando y al mismo tiempo el sol intentaba salir de su habitación. Al tiempo que las nubes de lluvia desaparecieron, los rayos de sol poco a poco se empezaron a adueñar de las calles. Fue ahí cuando mi nuevo amigo se levantó y se dirigió de nuevo a su hogar, tal vez al lado de una niña caprichosa, o de una viuda solitaria. Nunca supe su nombre. Y la lluvia se atrevió a despedirse en la lejanía, al menos ella sí lo hizo. A lo lejos parecía burlarse de mí. No haberme dejado dormir fue su trofeo aquel día. No la juzgo, es buena compañera.




Soy Plauto.

2 comentarios :

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

:) Me gusta la forma en la que escribes �� estan bastante buenos :D

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